Mi pareja y yo tenemos costumbre de hacer uso de casas rurales cuando viajamos. Hasta ahora teniamos muy buen concepto de este tipo de alojamiento en España, pues siempre nos hemos encontrado con unas buenas condiciones y un trato correcto por parte de los propietarios. Cuando llegamos a Casa Ollaga esta concepción inicial se vino abajo. Para comenzar, la tarde antes intento ponerme en contacto con los propietarios para acordar la hora de llegada, tal y como he hecho siempre, y nunca me han puesto ninguna pega sobre la hora de entrada; los propietarios siempre han procurado adaptarse a mí como cliente. En este caso, realizo cuatro llamadas y nadie está pendiente del teléfono, A la quinta vez consigo hablar con la propietaria. Le digo que nos gustaría llegar sobre las doce, puesto que ya nos encontramos en Navarra. En vez de procurar buscar una solución que me deje satisfecho, simplemente me dice que es imposible, y que la normativa legal de las casas rurales de Navarra deja muy claro que la hora de entrada es a partir de las 17:00; normativa que yo no tengo ninguna obligación de conocer, que no aparece en la página web de la casa, y de la que no se me había informado en el momento de realizar la reserva. A pesar de reconocer que se le habría pasado darme tal información, la propietaria sigue insistiendo en el asunto, además en un tono chulesco, que no me parece nada correcto para tratar a un cliente. Por supuesto que no acepto, y finalmente nos permite la entrada a las 14:00. He revisado la normativa legal, y dice que está hora de entrada se entiende cuando no ha existido un pacto previo, pero es que en mi caso sí que me moleste en llamar para llegar a ese acuerdo.
En la reserva habíamos pedido una cuna, que efectivamente estaba colocada en su sitio; eso sí, sin sábana para taparse, y sin colchón, por lo que tuvimos que fabricar uno con mantas y toallas. La limpieza, brillaba por su ausencia, siendo notable la suciedad y la falta de higiene.